Tercera quimioterapia

9 julio 2018

Y ya han vuelto a pasar 21 días. Es increíble la capacidad que tengo de desconectar esos días entre quimio y quimio, como si no pasase nada. A decir verdad, quitando el pañuelo, por lo demás, me encuentro igual. Más aburrida que nunca, pero bien: no he tenido náuseas como la primera vez, sigo sin hormigueos ni en manos ni en pies, mis uñas siguen en su sitio, no noto cansancio ni sofocos, y mis pestañas y cejas ahí siguen, al pie del cañón. Pero estos últimos días ha sido imposible ver la tele. Resulta que Terelu (Campos), después de seis años, vuelve a tener un cáncer de mama. En la otra. No, no es genético (o eso dicen), y no hace más que recordar lo estupenda que estaba antes de tener que tomar las pastillas estas de los cinco años que me darán luego. Pues bien, buen plan se me avecina: recaídas, cambio de cuerpo y obesidad. Una fiesta.

Así que nada, voy súper motivada a que Ana me saque sangre para las analíticas. Y claro, este es otro tema: el tratamiento contra el cáncer es como pasar las doce pruebas de Astérix. Si has sobrevivido los 21 días, toca analítica, eso supone que, si tus venas han aguantado, te podrán sacar sangre, sino, te tienen que poner un cacharrito bajo la piel para poder darte la quimio (reservorio). Vale, superados estos dos inconvenientes, pasamos al resultado de la analítica: como estés por debajo de 1500 en neutrófilos, pues no te dan la quimioterapia (yo les llamo leucotrófilos, que no existe, pero a mi Elena, Fernando, Ana y las chicas de rosa me entienden). Así que, como hora y media después, salen los resultados, me atrinchero en el mostrador de las auxiliares, para que Aurora me dé paso con Elena.

Calla, que está de vacaciones, hoy estás con Fernando.” Aurora, mi auxiliar de rosa, es la que manda. Pues ahí que vamos mi prima Vero y yo, a ver a Fernando. “Hola Virginia, ¿qué tal estás?” “Bien, mira, ¡tengo todas las uñas!” (lo mío con las uñas es un trauma, lo sé). Fernando se ríe, siempre se ríe conmigo, es un público muy agradecido. Y como Elena, es amable y positivo, y siempre me recuerda que estoy bien, que todo este (duro) proceso es PREVENTIVO para que viva muchos años, y pueda volver a ver a Lady Gaga en concierto. Fernando se parte. “Oye, pues muy bien, ¡tienes 3.200!” TOMA YA. Segunda quimio, y tengo mejores valores que la anterior. No entendemos nada. Será que mi ejército amazona de “leucotrófilos” están a tope para que no me bajen las defensas. “Así que hoy, tercera quimio. ¿Has decidido al final si la segunda parte serán semanales o cada 21 días?” “Semanales” (tras las 4 quimios cada 21 días, pasaré a otro tratamiento de quimio, menos agresivo, pero igual de chungo, que será semanal).

Y aquí es cuando hablando de todo y nada, se me ocurre mirar en internet cómo tiene el pelo una famosa política navarra que también pasó un cáncer. ERROR Y DE LOS GORDOS. Mi prima que no sabe la pobre ni cómo animarme, y yo, que encima, ya me vengo arriba, y le digo a Fernando que no quiero ponerme gorda, ni que me vuelva un cáncer, ni me pase nada como a Terelu. Yo creo que se estuvo mordiendo la lengua por no reírse, porque la estampa era curiosa: yo con unas analíticas de una persona sin quimio, protestando por no pasar lo mismo que Terelu. Pobre mujer, espero que esté bien. No os voy a contar lo que hablamos, quedará siempre entre él y yo, pero descarto desayunar porras con chocolate. Y me paso a Netflix, se acabó Telecinco.

Directa al sótano de Aztarain. Sí, queridos míos, la quimioterapia nos la dan en un sótano. A ver, no os imaginéis un sótano tipo las pelis de “Saw”, ahí con moho, una bombilla colgada del techo, y goteras. Es un espacio amplio, a un lado hay unos sillones con una máquina, para los que necesitan transfusiones, al otro, estamos los de quimioterapia, once sillones granates, separados por cortinas por si quieres un poquito de intimidad. Ahí me siento yo, en el 29 otra vez. Mi madre, Vero y Marga esperan en la sala, y cuando terminan de ponerme todo, y nombrarme tres veces para que confirme que soy yo, empieza la fiesta. Ahí entran las tres, de una en una, es lo máximo que se permite.

Y me da el bajón. Ale, a llorar. Así que las mando a todas a la sala de espera, pido a las enfermeras que cierren un poco la cortina, y que me dejen tranquila. Pero vienen cada dos minutos, solo a ver si estoy bien. Y entra Leixuri*, me da un beso, y se sienta conmigo. No dice nada, no hace falta. Solo me acaricia la pierna, y lloramos las dos. Hora y media. Esto es una amiga, y lo demás son gilipolleces. Hora y media se ha pasado sentada conmigo, mirando los medicamentos que me iban cambiando, y seguro que en su cabeza ha estado haciendo cálculos y cosas de nefróloga para cuidar mis riñoncitos. Si la vida me ha metido en este infierno, también me ha mandado a los mejores amigos para estar a mi lado y pegar manguerazos cuando ardo. Hora y media, que ha sido horrible, pero que, gracias a ella, a mi madre, a Vero y Marga, ha sido una nueva victoria.

Ya queda menos Vir, ya queda menos.

 

*Gracias infinitas Lei, gracias por haber cuidado de mi tia en su momento, y gracias por hacerlo todo este tiempo, y este día en especial. A veces, no necesito que una amiga me diga nada, solo que esté a mi lado, saber que estás ahí,  que no te has separado ni un minuto ha hecho que esta tercera quimio haya sido menos dura. 

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