Cuarta quimioterapia
30 julio 2018
Creo que el vestirme de negro hoy ha sido la anticipación de que el día sería oscuro. Tiene narices, que incluso estando de baja, incluso estando pasando por un tratamiento tan duro como una quimioterapia, incluso con todo esto, sigo siendo esa Virginia organizativa, que lidera cualquier batalla que se le presente. Y esta es de las gordas. Cuarta quimioterapia. Cuarta y última quimioterapia de esta primera fase. Ya tengo todo organizado: mi padre me va a bajar al hospital, allí, estaré con Marga, la madre de Jon, para que me acompañe a la consulta, y luego le he dicho a mi madre que venga con algo para comer. Seguro que hoy la consulta es un trámite sin más, y me podrán dar esta última quimioterapia.
Nada más llegar al pabellón de Aztarain (el de oncología del hospital de Basurto, en Bilbao), me espera Marga con su sonrisa. Y yo, no puedo evitar empezar a sentir ese agobio en el pecho: ojalá estuviera Jon aquí y no en Cádiz de vacaciones. Bueno, no pasa nada, al menos que uno de los dos desconecte de esta mierda. Ya voy con la inercia de siempre: Ana, la enfermera, me espera para la analítica, si no da mínimo 1500, no podrán darme la quimio. Así que como siempre, y a pesar mi carita de cansada, de preocupada y triste, todas las enfermeras y auxiliares me comen a besos y a palabras bonitas. Y Ana, que ya me conoce, coge la aguja rosa “la de los bebés” me distrae hablándome de cualquier cosa, mientras miro por la ventana, y ya está, terminado.
Hoy se me está haciendo pesado el día. Estoy especialmente nerviosa, quizás porque hoy, termina una etapa: los primeros tres meses de quimio, los más duros, los que se supone que, si pasas bien, el resto será coser y cantar. Los meses en los que tus fuerzas están bajo mínimos, el pelo se cae y el ánimo también.
Así que Vir, animo, dale, dale, dale. Ya han pasado casi dos horas, toca cita con Elena, la oncóloga, seguro que la analítica ha dado bien. Paso a la consulta con Marga, y mi sorpresa es que no me recibe Elena, ni tampoco Fernando. ¿Y ésta quién es? Otra oncóloga. Es lo que tiene julio y las vacaciones. Me siento frente a ella, y la pregunta de siempre: “¿Cómo te encuentras Virginia?”.Y aquí, me vengo arriba, me siento en el borde de la silla de la emoción, sonrío, y me sale la fuerza de donde no la tengo: “Pues la verdad que contenta, ya es la última quimio de estas asquerosas, no se me ha caído el pelo del todo, ni las cejas ni pestañas. Sigo pudiendo comer, y no noto cambio en el peso. La verdad que físicamente no estoy mal, la peor parte se la está llevando mi cabeza, vamos que no estoy bien de animo, a pesar de la ayuda de Marian, mi psicóloga”
Y cuando creía que todo estaba bien, mi mundo se derrumbó: “La analítica ha dado 2100, está muy bien para empezar la cuarta quimio. Pero vamos, los tres meses siguientes, con la quimioterapia semanal, puede que pierdas sensibilidad en manos y pies, que incluso el hormigueo no te permita andar; puede que tengas más cansancio; estómago revuelto; que aún no te empiece a crecer el pelo; o que se te caigan las uñas”Creo que mi cara lo ha dicho todo. No he aguantado. ¿¿Pero no se suponía que la segunda fase era más llevadera?? ¿¿Qué mierda es esta?? ¿¿Las uñas, se caen las uñas además del pelo??
He bajado al sótano, donde está el hospital de día, a que me dieran la quimio, y en mi cabeza solo veía tristeza. Yo, que he entrado en esa consulta con toda la alegría del mundo, de repente, todo es una mierda: estoy horrible, calva, cansada. Lloro por todo, cada vez que no puedo saber si estoy comiendo algo salado o no, porque he perdido el gusto; cada vez que recibo una foto de Jon en la playa en Cádiz con sus amigos, de copas o cuando llega de fiesta a las siete de la mañana; cada vez que pienso que no he recorrido más que tres meses del tratamiento; cada vez que me acuerdo de mis amigos y mi familia, y de su preocupación; cada vez que pienso que ahora, perderé también las uñas. Mierda. Mierda, mierda y más mierda.
Estoy sentada en la silla, he conseguido malamente hacerme una foto (gracias mami), para mandar a ese grupo de amigos y familia que en cada quimio me mandan su fuerza. Y según la he mandado, me he venido abajo. Mi madre, que se suponía era el relevo de Marga y ella, se han quedado a mi lado. Estoy tan mal, tan triste, que creo que las enfermeras no han sido capaces de decirles a una de las dos que tenían que irse a la sala de espera, que solo me puede acompañar una persona.
Al final, las he mandado a las dos allí, he pedido que me cerrasen las cortinas, y me he tirado las casi dos horas llorando. Echo de menos a Jon. Ahora me arrepiento de que no esté. Ojalá estuviera aquí, ojalá se hubiera quedado conmigo. Bueno, esta es mi guerra, y soy yo quien debe estar al frente.
Sí, ha sido un día negro, tal y como mi intuición presagiaba al vestirme esta mañana. Pero a pesar de todo, aquí estoy, cuarta y última quimioterapia de la primera fase. Ya está Vir, ya está, ya has vencido una primera etapa, una batalla más para tachar.
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