Fiesta en el turno de noche

16 agosto 2018.

 

-“Buenos días Virginia, te traemos el desayuno y la enfermera vendrá en un rato con los antibióticos”.

Tengo el brazo machacado de tanta analítica y tanto antibiótico. Solo me pueden pinchar la quimio, y en principio cualquier cosa, en el brazo derecho al haberme quitado el ganglio centinela y otro más en la cirugía, para poder analizar. Así que mi brazo derecho es un colador. Y mis venas, que están tan asustadas como yo, se han escondido. Chicas listas.

– “Qué tal la noche, Virginia? Vamos con el antibiótico ¿vale?”

– “Vale, pero te aviso que me pongo fatal, que me da por vomitar…”

– “Tranquila, ya nos han avisado de que esta noche les has llamado”

– “¿¿YO??”

Pues chica, no sé de qué me habla… sin más, será que ayer le contaría Marta y el resto de enfermeras que me dio por vomitar nada más ver los antibióticos. Para nueve que estamos en la planta, debo ser la más petarda de los clientes de este bonito hotel-balneario.

Y otro día más. Hoy me duele bastante la muela, y aunque he intentado aguantar, no he podido, y he tenido que pedir calmantes. Lo bueno de esto, es que lo mismo te quitan el dolor de la muela que cualquier otro dolor. Me duermo. Traen la comida, y mis padres me ayudan a incorporarme. Madre mía qué tiene esto que no me estoy enterando de nada. Mis padres me hablan, pero solo quiero dormir. Solo quiero dormir. ¿Dónde está Jon? Se supone que trabaja de tarde, esperaba verle esta mañana, o una llamada al menos. Me duermo de nuevo, oigo a mis padres que me dan un beso, y me susurran al oído:

– “Pitu, descansa, vamos a comer por aquí y luego venimos”

 – “Mmmmmmm vale, os quiero”- lo digo medio en sueños.

 Me despierto al oír el carrito por el pasillo. Doble puerta, y aún así oigo algunos ruidos. Entran dos chicas de rosa, mis chicas. Alegres, risueñas, riendo. Y yo con una cara de enanito gruñón.

– “Qué tal estás Virginia? ¿Qué te apetece merendar?”

 – “Zumo. Pero frio por favor, me sigue molestando la muela”

Vuelven mis padres. Con el día que hace y ellos aquí, y yo que no quiero hablar, ni que me hablen ni nada. Mi madre se trae el ebook, y mi padre enreda en los periódicos digitales. Hasta que les digo que estoy bien, que prefiero estar tranquila. ¿Seguro hija? Seguro. Apenas se han ido, y vienen un enfermero y una enfermera. Anda, estos no los conozco. Imanol y Eguz, no olvidaré sus nombres nunca, ni los de muchos que están esta semana pasando por aquí. Bueno, los nombres igual los olvido, sus caras sonrientes de ánimo, jamás.

– “Aviso, ¡¡que me pongo malísima con esto!!”

– “Si, si, tranquila, ya estamos al corriente” se parten los dos. Al menos alguien ríe en esta maldita habitación.

Se ha debido correr la voz ya de que soy la petarda histérica de la 211 que vomita cuando ve antibióticos, la que llora por que si, y la que tiene pánico a que llegue su oncólogo Ramón con una nueva recomendación cinematográfica de aliens que pierden las uñas. Vamos, soy el fichaje de la 211. Primer intento para ponerme los antibióticos. Nada. Segundo intento. Nada. Imanol me mira, intentando calmarme. Tercer intento, nada, no hay venas. Pasa el testigo a Eguz. Nada. No hay venas. Tengo el brazo machacado. Se quedan a mi lado, y me frotan el brazo, me calman y me animan a pesar de la llorera. Lo mejor de este hospital son los que están vestidos con esos pijamas de colores. Son superhéroes. Como lo están siendo ahora Eguz e Imanol. Sale Eguz al control, y debe hablar con alguien, supongo que con algún oncólogo.

– “No te preocupes Virginia. Vamos a dejar descansar un poco ese brazo, te traemos Thrombocid, y vamos a poner el antibiótico en la otra. Por una vez, no pasa nada, no te preocupes, todo va a ir bien”

Por supuesto, confianza ciega en ellos dos: y va, brazo derecho, el brazo prohibido, ¡a la primera! Mi pobre brazo izquierdo tiene ahora mismo catorce agujeritos. CATORCE. De los cuales, un par de moratones entre morado y amarillo. Un drama de brazo. Whatapp de Jon. Vaya, qué oportuno. Ahora que estoy en plena batalla. Foto desde el trabajo “¿Qué tal pequeña?”  Y diez emojis de carita con beso de corazón. No puedo contestar, un brazo machacado y el otro con la vía. Me hubiera encantado que viniera a verme por la mañana, pero ha ido al gimnasio a entrenar, si no, no le da tiempo trabajando de tarde.

Santa paciencia la de Imanol y Eguz. Yo, me estaba agobiando tanto, que os juro que he estado por decirles que me lo dieran en pastillas. A pesar de tener en casa a la mejor enfermera del mundo, siempre tuve claro que la sanidad, no iba a ser mi futuro profesional. Se acaba el antibiótico, y les llamo para que me quiten la vía de la mano derecha. Duele a morir. Tanta quimio, tanta gaita, y lo que peor llevo es el esparadrapo que se me pega en los puñeteros pelos del brazo y las agujas en la mano. ¿¿Pero alguien me explica de nuevo lo de los pelos en los brazos, porqué no se me caen?? Misterio. También se lo he preguntado a Ramón, ya hay confianza. La primera vez que me vio, fue en el momento más chungo de mi vida. No creo que pueda tener peor impresión de mi, si le pregunto por los pelos de los brazos. Y tampoco me ha sabido responder. Igual debería llamar a Iker Jiménez y que me haga un programita en “Cuarto Milenio”.

 

Cae la noche, y llega el nuevo turno. Marta viene a ver qué tal estoy.

– “Marta, ¿qué ha pasado esta noche, que todos me preguntan cómo estoy?”

Marta suelta una carcajada.

– “Nos has llamado unas cuantas veces por el interfono. Si no contestas por el altavoz, venimos corriendo, por si te ha pasado algo. Y no te pasaba nada. Has encendido la luz del baño, la de la habitación… pero no has salido.”

Merdeeeeeee

– “Es que soy sonámbula! Os lo puse en el cuestionario ese que me hicisteis en el ingreso, madre mía qué vergüenza…”

– “¡Tranquila, si ya lo sabíamos! ¡Era por confirmar que no te pasara nada!”

Pues eso, esta noche, les he dado trabajo: dándole al botoncito de llamada al control de enfermería, ni sé la de veces, sin contestar, encendiendo luces… ¡y no me he enterado de nada! Fiesta en la 211 y yo sin enterarme.

Whatsapp de Jon de buenas noches. Hoy me manda fotito con las madalenas fit que le hice antes de que me ingresaran. Es lo que tiene cuando no puedes salir de casa, haces cosas raras, como repostería con harina de avena. Llaman mis padres, y les digo que todo bien, que no se preocupen. Ya he cenado, y estoy enfrascada con el libro. Mañana nos vemos. Buenas noches papis, os quiero.

 

(Continuará)

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