La reina de las amazonas

Con treinta y tres años, te esperas poder comprarte (por fin) un pisito, que tu jefa te proponga un ascenso (¡o un viaje!), o que tu novio por fin se decida a dar un pasito más contigo. Con treinta y tres años, crees que tienes todo el tiempo del mundo y muchos sueños por cumplir. Lo que no te esperas, es estar viendo Mentes Criminales, tocarte la axila derecha, y notar un bultito. Lo que tampoco te esperas, es que el resultado de la biopsia sea un tumor maligno, un cáncer de mama. No te lo esperas. Ni con treinta y tres ni con sesenta y tres, ni nunca.

Y de repente, aquel 9 de marzo se me paró el mundo: se me pasó de todo por la cabeza, y nada bueno, desde que me moría ahí mismo en la sala, a que me faltaba tiempo para abrazar a todos los que quería. Pero cuando peor crees que va todo, cuando piensas que se te abre la tierra a tus pies y te va a engullir, aparecen manos, abrazos, besos y dos cuñados y un chico maravillosos que te dicen “Tranquila, todo va a salir bien, vamos a pelear contigo. Y de esto, de esto, no te vas a morir”. A ellos se sumó mi familia, mis amigos, nuevos amigos que arrimaron el hombro y se quedaron a mi lado, compañeros de trabajo, familia política… cuando menos puedes mantenerte en pie, descubres que tienes a tu lado quien lo haga por ti.

En la mitología griega, cuenta la leyenda, que en la ciudad de Terma (actualmente sería Turquía) vivían unas valerosas mujeres guerreras, cuidaban las unas de las otras, y se preparaban para luchar contra los griegos. Eran fuertes y valientes, expertas caballistas y tiradoras de arco. Por ello, solían cortar su pecho derecho para que no les molestara a la hora de disparar sus flechas (seguro que también hay amazonas zurdas y sin pecho izquierdo, y ambidiestras). Una marca que no las hacia menos mujeres, ni menos fuertes ni menos valientes, y aunque yo sigo teniendo mi pecho derecho, sí tengo una cicatriz, que me recuerda mi primera batalla. Una batalla, en la que mis amigas se levantaron y situaron a mi lado, convirtiéndose en mis aliadas Amazonas, y junto a ellas, a mis amigos, convertidos en Virkingos (la R no es casual), y sumando mi familia, son el ejército de valientes y valerosos que me levantan cuando caigo, que sacan fuerzas cuando yo las pierdo, que me recuerdan quien soy cuando no me reconozco en el espejo, que sacan un minuto para estar a mi lado en todas mis batallas. Mis Amazonas y mis Virkingos, saben que este reinado en el que estoy, terminará algún día, y saben que yo siempre estaré delante de ellos, luchando la primera, por ellos y gracias a ellos, soy, La reina de las Amazonas, y esta es la historia de mi lucha.

6 comentarios
  1. Carolina Dice:

    Todos tenemos cicatrices, externas o internas ( algunos las dos!) y el que no tenga que las espere… pero no todos son tan valientes como tú, un abrazo y mucho, mucho ánimo.

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  2. Carlos Dice:

    Hola, Vir. Esta muy manido decir que de estas experiencias se sacan cosas positivas ,pero creo que una de las grandes verdades de esta vida. Los baches, los problemas ,las crisis ,y todo lo demás , nos hacen evolucionar. Nos hacen más humildes, más humanos ,más sensibles y , a la vez, mas fuertes. Tu ya tenias todas estas cualidades cuando tenias veinte años. Ya eras una persona extraordinaria antes de esta batalla.
    Los que rodean te dan mucho pero tu a ellos también les das en cantidades enormes.
    Enhorabuena por el camino que llevas recorrido y muchas gracias por compartirlo . Un abrazo muy fuerte de tu amigo.

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