Un martes de boda
24 julio 2018.
Y aquí estamos, en Basurto, mi segunda casa. Hoy toca poner una inyección, revisiones varias, y paseos por el hospital. Lo bueno de tener amigos en el gremio de la sanidad, es que siempre que vengo alguno le pillo en el descanso y se acercan a tomar un café conmigo. Salgo de Aztarain, el pabellón de oncología, y me acerco a la cafetería. Como he llegado pronto, espero fuera: hace sol, me he plantado uno de mis turbantes, y parezco Celia Cruz en uno de sus conciertos. Bien de volumen con el pañuelo, bien de gafas de sol, y bien de labios pintados de rojo. Antes calva que sencilla. Y aquí estoy, mirando al infinito mientras espero a Laura, cuando se me acerca una señora, sobre los 80, con bastón, y me pregunta:
– “Disculpa, ¿te puedo hacer una pregunta?”
– “Si, claro, por supuesto, dígame”
– “¿Ese tocado te lo has hecho tu, o venía así? ¡Es precioso, estás guapísima!”
– “¡Ay, muchísimas gracias! No, no viene así, es una tela y yo le doy esta forma, ¡nunca me sale igual! La verdad que ojalá no tuviera que llevarlo…”(yo y mi manía de contar a todo Perry que la ausencia de pelo es por la quimioterapia)
– “Pues hija, estás preciosa, y de verdad, nadie diría que estás aquí como paciente, eres joven, ¡ya verás que todo pasa!”
Y me he quedado sin palabras. Y me ha dado la llorera, de emoción. Y mientras la mujer, a su pasito lento pero firme, se iba alejando, unos pocos pasos detrás, aparece, el que supongo, es su marido:
– “Pues a mi también me gusta mucho! ¡Yo diría que estás como para ir de boda!
– “jajajajajajaja, ¿un martes?”
– “Hija, qué más da. Estás muy muy guapa”
– “Gracias, no sabe lo muchísimo que se lo agradezco, de verdad.”
Y ooooootra vez la llorera. Tengo machacados a mis amigos y familia con lo de “no estoy guapa, no me veo, no soy yo”. Y estas cosas, emocionan. Y mucho. Como ayer, cuando me fui a tomar algo a un bar de Txurdinaga, y el camarero (rapado al cero), me dijo que estaba muy guapa. Y ooooooooooootra vez, le dije “el turbante no es por gusto”. A lo que él, respondió: “Me imagino, pero me sigue pareciendo que estás muy guapa. ¡Y lo tuyo al menos es reversible!” Y lo dijo, mientras se tocaba la cabeza. Ataque de risa incluido. Me toca, me emociona, me llega al alma, ver como desconocidos, pueden intuir que no estás en tu mejor momento, y son capaces de dedicarte una sonrisa, un piropo, un guiño.
Así que, desde aquí, si veis una chica con turbante o pañuelo, si veis a alguien con una escayola, o una venda, no os cortéis, regaladle una sonrisa, una palabra de ánimo. No os imagináis lo que podéis llegar a cambiar el día de esa persona.
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